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viernes, 24 de octubre de 2014

Usarán un método argentino para combatir el ébola

Es la estrategia desarrollada en la Argentina contra el mal de los rastrojos. Consiste en un concentrado de anticuerpos de los pacientes que sobrevivieron a la enfermedad. Fue el tratamiento que recibió la enfermera española.


La subdirectora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Marie Paule Kieny, anunció ayer en Ginebra que, mientras se ponen en marcha pruebas clínicas para probar la seguridad y eficacia de potenciales vacunas contra el ébola, en las próximas semanas empezará a utilizarse en Liberia plasma de pacientes ya recuperados para tratar a los enfermos.

Esta estrategia es la desarrollada en la Argentina contra la fiebre hemorrágica argentina (o mal de los rastrojos) por el doctor Julio Maiztegui. En los últimos meses, los técnicos e investigadores del instituto que lleva su nombre transfirieron a la OMS toda la tecnología y los protocolos para la producción del llamado “plasma hiperinmune”, que consiste en un concentrado de anticuerpos de los pacientes que sobrevivieron al ataque de la enfermedad.

Este, precisamente, fue el tratamiento que se administró a la enfermera española Teresa Romero, que, según se difundió ayer, tras quince días de sufrimiento está curada del mal. Ella recibió suero de una religiosa que había contraído el mal previamente en África, publica hoy el diario La Nación.

En 1971, Maiztegui demostró que se podía reducir la mortalidad de la fiebre hemorrágica argentina
del 30% al 3% si antes del octavo día de haberla contraído los pacientes eran tratados con plasma de personas que ya habían superado la enfermedad.

Los científicos del Instituto Maiztegui son los únicos que tienen publicaciones internacionales sobre la efectividad del suero hiperinmune en una fiebre hemorrágica.

David Wood, de la OMS, realizó varias videoconferencias con los especialistas del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas Dr. Julio I. Maiztegui sobre los detalles de la preparación del plasma y los procedimientos de concentración de anticuerpos. “La OMS adaptó los procedimientos para su aplicación en África y luego los mandaron a revisar al Maiztegui”, afirmó ayer el viceministro de Salud, Jaime Lazovsky.

Kieny informó que, en breve, esperan tener en los tres países la capacidad instalada para extraer plasma y procesar la preparación para el tratamiento de pacientes infectados. “Esperamos que en las próximas semanas ya haya instalaciones en Liberia para recolectar la sangre, tratarla y procesarla para su uso”, dijo Kieny.

Si una persona se defendió exitosamente de la infección, quiere decir que su cuerpo produjo anticuerpos eficaces para atacar el virus. “Hay que hacer todas las pruebas para descartar que el donante tenga alguna infección activa [como hepatitis o VIH].

Luego se separan las células de la sangre: glóbulos rojos, blancos y plaquetas. Y finalmente al plasma se le hace un tratamiento especial que permite concentrar los anticuerpos. Eso es lo que se transfunde”, explicó Lazovsky.

Normalmente, se necesita suero de dos convalecientes para tratar a cada enfermo, por eso todavía no está claro qué disponibilidad habrá ni si las donaciones alcanzarán para abastecer la demanda. “Lo ideal es esperar hasta que la persona se recupere de la infección para extraerle sangre, por eso sólo ahora están empezando. Es una enfermedad que puede requerir hasta un año de convalecencia”, aclaró.

La primera epidemia de mal de los rastrojos o enfermedad hemorrágica argentina, descripta por el doctor Rodolfo Arribalzaga en Junín y Chacabuco, se produjo en el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Sólo seis meses más tarde virólogos locales aislaron el agente causal, que se bautizó virus Junín.

Después de obtener un máster en Salud Pública en la Universidad de Harvard y otro en Epidemiología de la Escuela de Medicina Tropical de la Universidad de Londres, Maiztegui retornó al país para trabajar en el Cemic y enseguida inició sus trabajos de investigación sobre esta enfermedad, que afectaba principalmente a peones rurales.

En 1978, se creó el Instituto Nacional de Virosis Hemorrágicas, que dirigió desde su creación hasta su muerte. La entidad, que hoy lleva su nombre, es actualmente un centro nacional y regional de referencia en el diagnóstico de laboratorio del hantavirus, el dengue y la fiebre amarilla.

El brote que se registra en Guinea, Sierra Leona y Liberia es considerado el más grave de la historia de la enfermedad y ya causó la muerte de más de 4500 personas.


Fuente: http://www.radiosalta.com/

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